miércoles, 21 de enero de 2015

AUNQUE ÉL ME MATARE, EN ÉL ESPERARÉ

(Job 13:15)


Se ha usado negligentemente las palabras de Job para aplicarla a contextos totalmente distintos. Aunque la expresión denote aparente masoquismo, placer por algún tipo de humillación o sufrimiento, utilizarla aisladamente pareciese sugerir que la divinidad se deleita en matar como el hombre en esperar, haciendo a Dios un villano y al hombre un ser domesticado.

Job se atreve a hacer tal declaración movido por la certeza que tenía de su integridad. Un tipo de ‘apuesta’ por su propia vida. Con ella, esclarece que no se aferra a la vida más que al Dador de la misma. La confianza que tenía en su rectitud hace encomendar su causa al Justo.

Esto sólo es válido si la justicia se aplica a ambos. Job no puede esperar en el Injusto como Dios no puede recompensar la injusticia. Como si Dios no pudiera matar a aquellos que esperan cualquier cosa.

Ahora, si estamos firmemente persuadidos que la divinidad cometió alguna ‘injusticia’ con alguno en algún momento, la prueba es: ¿tenemos la osadía de jugarnos la propia existencia por tal sentencia? Sospecho la respuesta. 


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