(Job 13:15)
Se ha usado negligentemente las palabras de Job
para aplicarla a contextos totalmente distintos. Aunque la expresión denote aparente
masoquismo, placer por algún tipo de humillación o sufrimiento, utilizarla
aisladamente pareciese sugerir que la divinidad se deleita en matar como el
hombre en esperar, haciendo a Dios un villano y al hombre un ser domesticado.
Job se atreve a hacer tal declaración movido por la
certeza que tenía de su integridad. Un tipo de ‘apuesta’ por su propia vida. Con
ella, esclarece que no se aferra a la vida más que al Dador de la misma. La
confianza que tenía en su rectitud hace encomendar su causa al Justo.
Esto sólo es válido si la justicia se aplica a
ambos. Job no puede esperar en el Injusto como Dios no puede recompensar la
injusticia. Como si Dios no pudiera matar a aquellos que esperan cualquier
cosa.
Ahora, si estamos firmemente persuadidos que la
divinidad cometió alguna ‘injusticia’ con alguno en algún momento, la prueba
es: ¿tenemos la osadía de jugarnos la
propia existencia por tal sentencia? Sospecho la respuesta.
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