lunes, 9 de marzo de 2015

¿QUÉ SABES TÚ QUE NO SEPAMOS?

¿QUÉ SABES TÚ QUE NO SEPAMOS?
Job 15:9

Llega el turno del juicio de Elifaz. Él se propone no condenar sino desenmascarar a Job,  quien defendía su integridad.

Elifaz se atribuye justicia y sabiduría destacando las cabezas canas y edad avanzada de los confrontadores.  Por lo tanto, si Job se consideraba Justo, no era el único que estaba en la condición de serlo. Si sabía o entendía algo, ellos también se encontraban en tal posición.

Sus amigos ‘confrontadores’ le instan a considerar y apreciar las palabras que con dulzura se le manifestaban (acusaciones directas). Job, en su defensa declara: “Consoladores molestos sois todos vosotros. Dios ha escondido de vuestro corazón la inteligencia”.

Pero, ¿qué sabía Job que ellos (sus amigos) ignoraban? Lo que tú y yo muchas veces ignoramos y con ligereza emitimos juicios absurdos, incoherentes, desatinados, ridículos y crueles: LA VERDAD.

La verdad en esta historia es que Job era inocente, y las acusaciones, falsas. Las intenciones eran buenas, pero el diagnóstico equivocado. Los jueces pudieron ser los indicados, pero no el juicio. La reflexión es clara: Cuando la verdad se torne incomprensible o incompleta, abstengámonos de juicios.


miércoles, 21 de enero de 2015

AUNQUE ÉL ME MATARE, EN ÉL ESPERARÉ

(Job 13:15)


Se ha usado negligentemente las palabras de Job para aplicarla a contextos totalmente distintos. Aunque la expresión denote aparente masoquismo, placer por algún tipo de humillación o sufrimiento, utilizarla aisladamente pareciese sugerir que la divinidad se deleita en matar como el hombre en esperar, haciendo a Dios un villano y al hombre un ser domesticado.

Job se atreve a hacer tal declaración movido por la certeza que tenía de su integridad. Un tipo de ‘apuesta’ por su propia vida. Con ella, esclarece que no se aferra a la vida más que al Dador de la misma. La confianza que tenía en su rectitud hace encomendar su causa al Justo.

Esto sólo es válido si la justicia se aplica a ambos. Job no puede esperar en el Injusto como Dios no puede recompensar la injusticia. Como si Dios no pudiera matar a aquellos que esperan cualquier cosa.

Ahora, si estamos firmemente persuadidos que la divinidad cometió alguna ‘injusticia’ con alguno en algún momento, la prueba es: ¿tenemos la osadía de jugarnos la propia existencia por tal sentencia? Sospecho la respuesta. 


martes, 20 de enero de 2015

SI FUERE JUSTO, NO LEVANTARÉ MI CABEZA

(Job 10:15)
Si pequé, tú me has observado…
Si fuere malo, ¡ay de mí! …
Si fuere justo, no levantaré mi cabeza…”

La grandeza de Dios se refleja explícitamente a lo largo de la revelación escrita. Job, parece entender muy bien lo que esto implica. Él razona: “Si Dios es en extremo blanco, el hombre es, en extremo negro”; “Si Dios es en extremo Justo, el hombre es, en extremo injusto”; “Si Dios es, en extremo poderoso, el hombre es, en extremo insignificante”. Bastante válido si partimos de la premisa que la descripción es verdadera en referencia a los atributos divinos.

Con lo anterior en mente, Job (y el hombre en general), es incapaz e indigno de justificarse ante Dios. El hacernos justos, potenciaría nuestra injusticia. El mínimo dejo de reclamo revelaría nuestra estupidez. ¿Quién le hará restituir? ¿Qué le harán restituir? ¿Acaso algo nos pertenece? ¿Quién le dirá qué haces? ¿Acaso comprenderían los finitos su proyecto?

No debería, en absoluto, quitarnos el sueño tratar de comprenderlo. Es imposible. Lo finito no puede igualar o superar a lo infinito. “Si él viniere, no lo veríamos; y si lo vemos, no entenderíamos”, dice Job.

Si pecamos, él observa. Si somos malos, él castiga. Si justos, no de cabeza alta. El presumir no es atributo de la justicia, lo cual nos llevaría al pecado y el ciclo continúa. Al perfecto y al impío, él los consume. De ese modo, ¿Quién podrá justificarse? Dios no es hombre como para que yo le responda, no hay entre nosotros árbitro. No hay objeto que amerite la defensa.

Job era justo, un justo cabeza baja, pero con gran intriga y desesperación por su sufrimiento. El Grande no tiene la obligación de mostrar razones. Sin embargo, una súplica sincera brota del interior de Job y del mío: “No me condenes, solo hazme entender por qué contiendes conmigo”.



sábado, 27 de diciembre de 2014

HABLARÉ EN LA ANGUSTIA DE MI ESPÍRITU

HABLARÉ EN LA ANGUSTIA DE MI ESPÍRITU
Job 7:11

Mientras avanzamos en la historia de Job, vemos que a medida que su sufrimiento crece, lo hace también su actitud pesimista. Sin lugar a dudas, la inestabilidad de las situaciones hace que nuestro juicio de las mismas varíe.

COMO UN JORNALERO
Job, en sus “buenos tiempos”, enseñaba y fortalecía a muchos (4:3), pero en este capítulo dudo que tenga mucho que decir. Compara a la vida (o a la suya) como el siervo que suspira por la sombra; como el trabajo de un jornalero, que espera el reposo de su trabajo.

DOS OPCIONES
Seguidamente añade que la vida es como un soplo, una nube que se desvanece. Por lo tanto, pareciera sugerir a Dios dos opciones: Que le conceda la muerte para que el sufrimiento mengue o concederle salud en el escaso tiempo que tiene el hombre para gozar la vida.

JUSTIFICACIÓN EXPLÍCITA
Encuentro su justificación explícita en el verso 5 y 11: “Mi carne está vestida de gusanos y de costras de polvo; mi piel hendida y abominablePor tanto, no refrenaré mi boca; hablaré en la angustia de mi espíritu, y  me quejaré con la amargura de mi alma”.

JUSTICIA CON NUESTRA PROPIA LENGUA
Cuando estamos en angustia, nuestro juicio puede ser bastante pesimista y desatinado. Algo que aprendí es: “No te fíes de un creyente ofendido” y eso me incluye. De alguna manera nuestra angustia se contagia en nuestro entorno. Una buena receta, a mi parecer, nos la dio Pablo ‘sin querer queriendo’ en 2 Corintios 2:2: “Porque si yo os contristo, ¿quién será luego el que me alegre, sino aquel a quien yo contristé?


El ‘desquitarnos’ de nuestra situación con palabras, puede si bien provocar algo de alivio a la percepción de injusticia, haciendo así “justicia con nuestra propia lengua”, es bien sabido que literalmente no mejora la situación. En el peor de los casos la empeora.


jueves, 25 de diciembre de 2014

¿CUÁL ES MI FIN PARA QUE TENGA AÚN PACIENCIA?

Job 6:11b
En el capítulo 6 del mencionado libro, Job reprocha la actitud de sus amigos que estaban juzgando su situación como consecuencia de iniquidad y no como lo que realmente era: una prueba.

¿CUÁL ES EL FIN DEL HOMBRE?
En este periodo de confusión e impaciencia, Job se cuestiona: ¿Cuál es mi fin para que tenga aún paciencia? En algún momento esta pregunta forma parte de nuestro vocabulario también. ¿Cuál es el motivo, objeto, fin, para seguir? ¿Por qué ha de tener más valor avanzar que retroceder? ¿Cuál es el beneficio futuro de soportar y superar las dificultades presentes? ¿Hay alguno?

Cuando me pregunto cuál es el fin del hombre, no siempre llego a un consenso exclusivo común, pero tampoco se excluyen. Por ejemplo:

1 Corintios 10:31, Pablo dice:
“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”.

En el Salmo 73:24-26, Asaf:
“Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos si no a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre”.

Filipenses 3:8, Pablo:
“Ciertamente estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura…”

1 Timoteo 2:4:
“El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”.

Mateo 11:29, Jesús:
“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.

El Catecismo de Westminster, escrito entre 1643 y 1649 por clérigos ingleses y escoceses en Londres, sostiene:
“¿Cuál es el fin principal y más noble del hombre? El fin principal y más noble del hombre es el de glorificar a Dios y gozar de él para siempre”.

Todos y demás versículos son igual de válidos. La diferencia aplicativa radica en el tiempo. En orden de prioridad sería:
1.    Conocer a Cristo (Salvación).
2.    Imitar a Cristo (Santificación).
3.    Estar con Cristo (Glorificación).



Job, al final expresa: “De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven” (42:5). Aunque el relato de Job se encuentra en otro periodo dispensacional, puedo concluir que el fin que justificó su paciencia fue el conocimiento del Altísimo

lunes, 22 de diciembre de 2014

TÚ ENSEÑABAS Y FORTALECÍAS A MUCHOS

TÚ ENSEÑABAS Y FORTALECÍAS A MUCHOS
Mas ahora que ha venido el mal sobre ti, te desalientas
(Job 4:3,5)

El mensaje del capítulo 4 y 5 de Job es la acusación de Elifaz a Job. Él razona: “¿Qué inocente se ha perdido? ¿En dónde han sido destruidos los rectos?” (4:7) por lo tanto concluye que Job no es inocente ni recto y por ese motivo Dios lo está castigando (5:17).

DIAGNÓSTICO EQUIVOCADO
Es probable que los amigos de Job hayan sido también maestros, tienen buenos argumentos, tienen buenas respuestas, pero no tienen el diagnóstico correcto. Es fácil señalar a Elifaz, como para él lo fue señalar a Job. Los maestros están expuestos a dar diagnósticos equivocados si desconocen la Palabra de Dios y si no tienen discernimiento espiritual para aplicarla en diferentes contextos.

PRINCIPIO DE LA CONSECUENCIA
Elifaz dice a Job: “… tu enseñabas a muchos, y fortalecías las manos de los débiles; al que tropezaba enderezaban tus palabras, y esforzabas las rodillas que decaían. Mas ahora… te desalientas, te turbas…” Reitero que la observación de Elifaz no es mala, más bien, desatinada. No sólo le está sugiriendo tener valor a Job en medio de esa situación, sino que está cuestionando  integridad.

Pienso que el maestro tiene dos opciones: a) Vivir lo que enseña o b) Vivir una contradicción. Ambas alternativas son mutuamente excluyentes, es decir, no hay una tercera alternativa que anuncie “todas las anteriores”. El maestro no puede enseñar una verdad que no abraza, eso sería hipocresía.

EL TEMOR DE DIOS TU CONFIANZA
Si Job, el ‘hombre perfecto’ fue objeto de acusación, no esperemos más. Este relato tiene aplicación doble:
1.    No juzguemos. Es imposible saber íntegramente de la situación de cualquier otro, por lo tanto, limitémonos a dar sugerencias. No sea que nos hallemos haciendo el papel de los amigos de Job.
2.  Esperemos ser juzgados. Por buenas que sean las intenciones, a veces seremos acusados injustamente y no debería sorprendernos. El temor de Dios ha de ser nuestra confianza en medio de la injusticia.


jueves, 18 de diciembre de 2014

¿POR QUÉ NO MORÍ?

¿POR QUÉ NO MORÍ?
“¿Por qué se da vida al hombre que no sabe por dónde ha de ir?”
Job 3:11,23
ACUSACIÓN A JOB
Satanás acusa a Job ante Dios de hipócrita, aduciendo el temor de Job como consecuencia de los beneficios que Dios le daba. Dios da licencia a Satanás para probar a Job y demostrar así que su fidelidad es genuina; y Dios gana la apuesta. Seguidamente, Satanás, no contento con los resultados, acusa a Dios ante Job. Es increíble la habilidad de este personaje para enemistar a las criaturas del Creador, a los hijos del  Padre.

ACUSACIÓN A DIOS
Aunque en el relato esta acusación no es explícita, algunos comentaristas sostienen que en el transcurso de los siete días de silencio (2:13) Satanás asalta su mente para zarandear su confianza y llenarlo de pensamientos duros en cuanto a Dios[1].

Es claro que el propósito de Satanás es la enemistad con Dios; su arma, la mentira y su objetivo, nuestra mente[2]. Cuando engaña a Eva lo hace como un agente externo (la serpiente), pienso que actualmente también actúa como un agente externo dado que el agente interno viene a ser nuestro ‘yo’. (Para quienes le echan la culpa de todo a Satanás, si su razonamiento fuera coherente, no tendría por qué ser condenada la  infracción no cometida, sino por un tercero).

LO QUE MÁS HIERE
En el transcurso de los siete días de silencio no veo ningún agente externo para considerar el intento de Satanás de asaltar su mente. Esta afirmación sería justificada si retrocedemos al capítulo 2 y la recomendación de su esposa. Pienso, y sin disculparme por ello, que Job, al igual que nosotros, tuvo su momento de duda, vulnerabilidad, queja, desánimo, impaciencia ante la falta de respuesta de Dios. Como diría Spurgeon: “No es la tribulación, sino el que nuestro Padre esconda su faz, lo que nos hiere en lo vivo[3].

EL DESEO DE MORIR
En medio de esta situación, Job empieza a maldecir el día de su nacimiento y su propia vida aunque, en ningún momento maldijo a Dios directamente. Job reconoce que fue la providencia de Dios quien sostuvo su frágil e indefensa llegada a este mundo (3:4) pero ante su evidente gran sufrimiento, desea morir sólo para estar libre del presente mal.

CONCLUSIÓN
Me veo en la obligación de guardar silencio ante un sufrimiento que no entiendo ni entenderé quizá jamás. Pero mi apreciación del presente capítulo es, de haberse cumplido el deseo de muerte de Job, jamás hubiera podido afirmar: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (42:5), no hubiera tenido la posibilidad de volver a regocijarse con los próximos diez hijos que tendría, y con su riqueza duplicada. En pocas palabras, el beneficio del propósito de Dios excede al sufrimiento a muerte que podamos enfrentar. En palabras de Jesús: “Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después(Juan 13:7).



[1] Comentario Matthew Henry, Libro de Job.
[2] ‘La Estrategia de Satanás’, Warren W. Wiersbe.
[3] ‘El Tesoro de David’, Charles Spurgeon.