¿POR QUÉ NO MORÍ?
“¿Por qué se da vida al hombre que
no sabe por dónde ha de ir?”
Job 3:11,23
ACUSACIÓN A JOB
Satanás
acusa a Job ante Dios de hipócrita,
aduciendo el temor de Job como consecuencia de los beneficios que Dios le daba.
Dios da licencia a Satanás para probar a Job y demostrar así que su fidelidad
es genuina; y Dios gana la apuesta. Seguidamente, Satanás, no contento con los
resultados, acusa a Dios ante Job. Es increíble la habilidad de este
personaje para enemistar a las criaturas del Creador, a los hijos del Padre.
ACUSACIÓN A DIOS
Aunque
en el relato esta acusación no es explícita, algunos comentaristas sostienen
que en el transcurso de los siete días de silencio (2:13) Satanás asalta su mente para zarandear su confianza y llenarlo de pensamientos duros en cuanto a
Dios[1].
Es
claro que el propósito de Satanás es la enemistad con Dios; su arma, la mentira y
su objetivo, nuestra mente[2]. Cuando engaña a Eva lo
hace como un agente externo (la serpiente), pienso que actualmente también actúa
como un agente externo dado que el agente interno viene a ser nuestro ‘yo’. (Para
quienes le echan la culpa de todo a Satanás, si su razonamiento fuera
coherente, no tendría por qué ser condenada la infracción no cometida, sino por un tercero).
LO QUE MÁS HIERE
En
el transcurso de los siete días de silencio no veo ningún agente externo para
considerar el intento de Satanás de asaltar su mente. Esta afirmación sería
justificada si retrocedemos al capítulo 2 y la recomendación de su esposa.
Pienso, y sin disculparme por ello, que Job, al igual que nosotros, tuvo su momento
de duda, vulnerabilidad, queja, desánimo, impaciencia ante la falta de
respuesta de Dios. Como diría Spurgeon: “No es la tribulación, sino el que nuestro
Padre esconda su faz, lo que nos hiere en lo vivo”[3].
EL DESEO DE MORIR
En
medio de esta situación, Job empieza a maldecir el día de su nacimiento y su
propia vida aunque, en ningún momento maldijo a Dios directamente. Job reconoce que
fue la providencia de Dios quien sostuvo su frágil e indefensa llegada a este
mundo (3:4) pero ante su evidente gran sufrimiento, desea morir sólo para estar
libre del presente mal.
CONCLUSIÓN
Me
veo en la obligación de guardar silencio ante un sufrimiento que no entiendo ni
entenderé quizá jamás. Pero mi apreciación del presente capítulo es, de haberse
cumplido el deseo de muerte de Job, jamás hubiera podido afirmar: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos
te ven” (42:5), no hubiera tenido la posibilidad de volver a regocijarse
con los próximos diez hijos que tendría, y con su riqueza duplicada. En pocas
palabras, el beneficio del propósito de Dios excede al sufrimiento a muerte que
podamos enfrentar. En palabras de Jesús: “Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás
después” (Juan 13:7).
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