TODO LO QUE EL HOMBRE TIENE DARÁ
POR SU VIDA
(Job 2:4)
LA PRUEBA DE FUEGO
Satanás, al perder la ‘apuesta’ que se jugaba con la
fidelidad de Job, plantea otro tipo de ‘prueba’ que haría revertir la actitud
de Job y maldecir a Dios. Esta vez, con mayor probabilidad (o absoluta) de
victoria.
Él sugiere que la máxima prueba es una que amenaza la
vida. Una persona puede sufrir la pérdida de familia y posesiones,
pero es la posibilidad de la muerte lo que verdaderamente se teme.[1]
Dios acepta el reto de Satanás con la excepción de reservar
la vida de Job. Satanás, entonces, hiere a Job con una sarna maligna desde la
planta del pie hasta la coronilla de la cabeza.
MAS AYUDA EL QUE POCO ESTORBA
Resulta interesante notar que en el plan torturador de
Satanás no esté incluida tomar la vida de la esposa de Job. (Me causa algo de gracia
razonar que lo que quería Satanás no era quitarle los problemas, sino
multiplicarlos).
En esta situación que trasciende la ley de Causa y Efecto, lo que menos necesitaba oír Job eran las
desatinadas palabras de su propia esposa, “Maldice
a Dios y muérete”. Aunque haya tenido la ‘buena’ intención de ahorrarle
el dolor, el maldecir a Dios, no iba a reducir el dolor de un hombre temeroso
de Dios.
CONFIANZA QUE TRASCIENDE LA MUERTE
Pienso que soportar el sufrimiento que trasciende la
ley de Causa y Efecto, solo es posible cuando nuestra confianza en Dios
trasciende a la misma muerte. Cuando estamos dispuestos padecer aun la
muerte por Cristo, se hace efectivo el verso: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su
padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede
ser mi discípulo” (Juan 14:26).
El plan anti-vulnerabilidad es, precisamente, la
confianza.
En palabras de Jesús:
“Y no
temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar…”
(Mateo 10:28).
“Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y
todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:25).
En palabras de Pablo:
“Pero de
ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida…” (Hechos 20:24).
“Porque
para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21)
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