HABLARÉ EN LA ANGUSTIA DE MI ESPÍRITU
Job 7:11
Mientras
avanzamos en la historia de Job, vemos que a medida que su sufrimiento crece,
lo hace también su actitud pesimista. Sin lugar a dudas, la inestabilidad de las situaciones
hace que nuestro juicio de las mismas varíe.
COMO UN JORNALERO
Job,
en sus “buenos tiempos”, enseñaba y
fortalecía a muchos (4:3), pero en este capítulo dudo que tenga mucho que decir.
Compara
a la vida (o a la suya) como el siervo que suspira por la sombra; como el
trabajo de un jornalero, que espera el reposo de su trabajo.
DOS OPCIONES
Seguidamente
añade que la vida es como un soplo, una nube que se desvanece.
Por lo tanto, pareciera sugerir a Dios
dos opciones: Que le conceda la
muerte para que el sufrimiento mengue o concederle salud en el escaso tiempo
que tiene el hombre para gozar la vida.
JUSTIFICACIÓN EXPLÍCITA
Encuentro
su
justificación explícita en
el verso 5 y 11: “Mi carne está vestida
de gusanos y de costras de polvo; mi piel hendida y abominable… Por tanto, no refrenaré mi boca; hablaré en
la angustia de mi espíritu, y me quejaré
con la amargura de mi alma”.
JUSTICIA CON NUESTRA PROPIA LENGUA
Cuando
estamos en angustia, nuestro juicio puede ser bastante pesimista y desatinado. Algo que aprendí es: “No te fíes de un creyente ofendido” y
eso me incluye. De alguna manera nuestra angustia se contagia en nuestro
entorno. Una buena receta, a mi parecer, nos la dio Pablo ‘sin querer queriendo’
en 2 Corintios 2:2: “Porque si yo os
contristo, ¿quién será luego el que me alegre, sino aquel a quien yo contristé?”
El ‘desquitarnos’ de nuestra situación con palabras, puede si bien provocar algo de alivio a la percepción de injusticia, haciendo así “justicia con nuestra propia lengua”, es bien sabido que literalmente no mejora la situación. En el peor de los casos la empeora.